Durante demasiado tiempo y al igual que muchas mujeres, viví la relación con mi menstruación como algo sucio, molesto, bochornoso y a veces muy doloroso. Su visita mensual, y especialmente el síndrome premenstrual, me dejaba varios días arrastrándome sin energía y con las emociones a flor de piel, sintiéndome débil y vulnerable.  No entendía porque la naturaleza nos castigaba a las mujeres con esa inutilidad. ¿No podría haberse inventado otro mecanismo más aséptico e indoloro para deshacerse del envoltorio de otro óvulo no fecundado? ¿Para qué los dolores de cabeza, los calambres abdominales, el agotamiento y el embotamiento entre otros? Y para colmo, ¿para qué eso de estar más irritable, llorona y sensible?

Después de maldecirla y mantenerla a ralla con las pastillas anticonceptivas durante mucho tiempo, no fue hasta que las dejé, que me permití volver a  sentirla plenamente. Entonces descubrí lo sagrado y sanador de la menstruación.  

 

El cuerpo de la mujer es un complejo sistema diseñado para encontrar el equilibrio y la salud, si se lo permitimos.

La menstruación es un mecanismo de desintoxicación física y emocional

Las mujeres somos muy afortunadas de poder contar con este mecanismo de limpieza que tiene incorporado nuestro maravilloso cuerpo.  Nuestros síntomas premenstruales son producidos por estas desintoxicaciones. A veces a penas nos enteramos, pero en otras nos toca limpieza.

En este artículo no pretendo dar consejos de cómo mitigar el malestar físico, podéis encontrar mucha información en la red sobre métodos naturales y cuidado de la alimentación, sino más bien quiero compartir cómo relacionarnos con el malestar sobretodo emocional de una manera sana y aprovechando los cambios en nuestra energía a nuestro favor.

Esta sociedad no ve bien este recogimiento necesario de la mujer, el que durante un día o unas horas la mujer requiera bajar su ritmo, pero el exigirnos seguir como si no pasara nada nos está pasando factura. Y si no nos lo permitimos aunque sea un poco,  nos perdemos esta fantástica oportunidad que nos brinda cada mes nuestro cuerpo para conectarnos con nuestra intuición, descubrir lo que realmente queremos, sanar viejas heridas y soltar bloqueos.

 

La menstruación nos brinda cada mes la oportunidad de conectar con nuestra sabiduría interna

Cuando mis síntomas premenstruales son más fuertes de lo habitual, escucho a mi cuerpo, la puerta de mi inconsciente, y le pregunto qué le pasa, qué quiere decirme. A veces me lo dice en el momento, otras más tarde, resonando con algo que escucho o que ocurre. Su método favorito es hacerlo a través de mis emociones, que me hablan de antiguas historias que una vez me conté y me creí, pero que ya no me sirven. También le encanta hacer florecer esa rabia reprimida que me invita a poner límites y expresar mis necesidades … Y en muchas ocasiones mi inconsciente  prefiere hablarme en forma simbólica a través de mis sueños.

Cuando empiezas a sentir los primeros síntomas premenstruales, es el momento de mimarse, de tratarse con cariño, con aceptación y sin juicio. Permítete sentir tu cuerpo, tus ovarios, tu útero. A pesar del malestar y del malhumor, dale amor, cuidado, cariño, mientras se van reparando las heridas. Heridas, tanto de esta vida, como ancestrales, de nuestras madres, de nuestras abuelas, de todas las mujeres, por no ser valoradas, por sentirse utilizadas, esos gritos ahogados en el silencio del miedo, por los abusos, las violaciones, las emociones no expresadas y las lágrimas no lloradas. Ayuda a tu cuerpo a soltar todo eso, entregándoselo a la madre tierra para que ella lo sane, lo recicle y dé vida a algo nuevo, puro y más fuerte.

 

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Menstruación, lo que toda mujer debería saber sobre ella

 

En los momentos en los que parece que pierdes el control, atrévete a sentir el dolor físico, a respirar, a poner tus manos sobre tus ovarios, tu útero,  para transmitirles tu calor, tu energía sanadora. Deja que afloren las emociones, escucha a tu niña que llora, y que a veces patalea pidiendo que le prestes atención, y deja que se desahogue contigo. Escribe los pensamientos que te vengan, las imágenes, llora, chilla contra un cojín, y sobretodo respira, respira…

Este proceso de interiorización y reflexión ya empieza después de la ovulación, hay mujeres que lo viven durante todo el periodo hasta que les viene la regla, otras lo viven más intensamente la semana anterior, pero se puede decir que nuestra energía está en fase más contractiva después de la ovulación, nos suele costar más actuar, necesitamos recogernos más y estamos más reflexivas. Mientras que en cuanto finaliza nuestra menstruación y hasta la próxima ovulación estamos más expansivas, activas, nos apetece más salir y nos relacionamos más, es cuando nuestra energía es más masculina y creativa.  Ninguna de las dos fases es mejor que la otra, ambas son necesarias para estar en equilibrio, y conocer cómo se manifiestan en una mísma, te ayuda a poder usarlas mejor.

 

Aprovechar conscientemente el poder de la menstruación te prepara para una mejor menopausia

Vivir ese proceso con dignidad, en unión con tu diosa interior, con la madre, con la energía femenina de conexión, como un proceso sagrado y sanador, nos hace llegar más sabias y con menos sufrimiento acumulado a la menopausia.

Si no te permites vivir tu menstruación conscientemente, pierdes esa valiosa ocasión para sanarte y ese malestar volverá a llamar a tu puerta la próxima vez y así sucesivamente mientras sigas intentando ignorarla. Pero ella es paciente y espera, y vuelve a ofrecerte muchas otras oportunidades, pero no infinitas. Y si no las aprovechas, es muy probable que todo ese dolor reprimido explote en la menopausia. Entonces el malestar puede volver en forma de los famosos sofocos, de palpitaciones, insomnio, dolores de cabeza, sudoraciones, vértigos, irritabilidad, dificultades en la concentración, disminución de lívido, ansiedad o depresión, casi nada.

Ante esta crisis que marca una nueva etapa en la vida de la mujer, una puede hacer dos cosas:

  • Aceptar que se aproxima el final y sólo le queda el deterioro y la decrepitud. Los mensajes ocultos de la sociedad te hacen sentir que ya no eres útil, porque no eres atractiva según los cánones de belleza impuestos ni sirves para procrear. Y si encima dejas de ser productiva laboralmente tu autoestima cae en picado y lo único que te queda es morirte, más que nada para dejar de ser una molestia.
  • Sacar fuerzas para hacer lo que no te has atrevido a hacer antes, permitirte ser tú misma y vivir tu vida. Porque ese malestar profundo y la invisibilidad hace que muchas mujeres despierten sí o sí en ese momento. Ese despertar tardío suele ser más brusco si no te has permitido durante la etapa anterior ir soltando lastre.  En muchas ocasiones surge la rebelde otoñal  y tantísimas cosas que había aguantado toda su vida, se vuelven insoportables, como los ronquidos, la apatía o los desaires de su marido. Ya no puede seguir diciendo que sí a todo para evitar problemas y que todos estén bien. Ahora le toca a ella respirar porque está harta de ahogarse, siente como el tiempo se acelera y no quiere seguir perdiéndose su propia vida. Quiere recuperar la tranquilidad que tanto se merece y que hasta ahora no ha tenido la fuerza de reclamar. Es una pena que nos perdamos la gran sabiduría de estas mujeres arrinconadas y olvidadas por una sociedad tan superficial, que sigue sumida en una crisis de valores tan profunda. Pero no necesitamos el permiso de la sociedad para empezar a valorar a nuestras madres y abuelas y aprender de ellas.

 

Por eso mejorar nuestra relación con la menstruación no sólo mejora nuestra vida ahora, si no también la vida que nos queda por vivir. Entonces cuando nuestro último óvulo abandona el nido, y se nos pasan las revoluciones hormonales, es cuando llega nuestro momento, el momento de dejar de cuidar de los otros, y cuidar plenamente de nosotras. Son esas señoras sabias, válidas, bellas por dentro y por fuera, con una gran fuerza interior. Que te iluminan con esa mirada lúcida, rebosante de amor por la vida, y con esa sonrisa cómplice del humor negro de la vida. Que ahora dicen y hacen lo que les da la gana, porque se les ha olvidado la vergüenza y ya no les preocupa lo que piensen los demás. Que lucen la confianza de las que ya las han visto de todos los colores, y saben que se han levantado infinidad de veces en las que creyeron que de esa no salían.

Sigue cantando y bailando la niña dentro de la anciana compasiva que puede mirar a sus hermanas más jóvenes, a sus hijas y nietas con profundo amor y empatía, porque ella también lo vivió, también se enamoró, también a ella le rompieron el corazón … Ella también descubrió el amor incondicional de la maternidad, aprendió a dejar ir a sus seres amados, a entregarlos al vacío del que una vez salieron…

Y cuando llegue el momento, estará lista para preparar la maleta para su último viaje, sin miedo, sin dolor, sin rencor en su corazón ni tristeza porque ya lo lloró todo. Con la tranquilidad de la que comprendió que en la vida no tienes nada porque todo está de prestado. Con el recuerdo del sabor de los placeres efímeros y de los renaceres después de cada pequeña muerte de la que siempre sacó una enseñanza.

Esa es la mujer que yo quiero ser cuando sea vieja, una chamana, una bruja, una vieja sabia, una matriarca que no se arrepienta de no haber vivido intensamente su vida y se vaya de esta vida riéndose hasta de la muerte.

Por eso, amiga, deja de odiar la visita mensual de tu diosa y aprovecha tu poder de mujer cíclica.

 

Y ahora me gustaría escuchar sobre ti, ¿cómo te relacionas con tu menstruación? 

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