El miedo al conflicto no nos permite sacarle provecho

Mucha gente odia los conflictos. Hay quien los huye como un sigiloso escapista. Hay quien se rinde a las exigencias del otro sin ni siquiera atreverse a abrir la boca. Y otros explotan de ira perdiendo los papeles y convirtiéndose en la niña del exorcista. Si sólo pensar en la palabra conflicto te pone nervioso, tienes que cambiar tu relación con los conflictos para que dejen de ser una fuente de ansiedad, angustia y frustración.

Los conflictos con otras personas son algo natural y necesario en la vida. No porque haya conflicto tiene que haber un bueno y un malo, un poseedor de la razón y otro que se equivoca. Cada uno tiene su verdad, sus necesidades y sus deseos y son igual de válidos. El problema surge cuando quieren imponernos su verdad o sus intereses. Lo hacen manipulándonos de maneras abiertamente hostiles o más sutiles. E intentan debilitar al «adversario» activando su ansiedad, su sentimiento de culpa o de ignorancia.

Cualquier tipo de conflicto, por muy desagradable o peliagudo que sea, es una fantástica oportunidad para comprobar cómo están de fuertes nuestros límites.

 

Marcar claramente los límites es la base para una relación sana

Nuestros límites son las normas de nuestra «fiesta», y quien quiera participar tiene que seguirlas, para que todos podamos disfrutar del encuentro. En caso contrario, será amablemente invitado a abandonarla. Nuestros límites son las bases sobre las que se construyen nuestras relaciones personales. Es cómo permitimos que las otras personas se relacionen con nosotros, cómo pueden tratarnos. Y para poder hacérselo entender a ellos, primero hemos de tenerlo claro nosotros. El tener bien definidos nuestros límites y estar dispuestos a defenderlos con perseverancia y tranquilidad ha de ser un objetivo importante en nuestra vida si queremos ser felices. Porque somos seres relacionales, y aunque la individualidad y la independencia son básicos, las otras personas forman parte importante de nuestra vida.

Estas preguntas te pueden ayudar a hacerte una idea de cómo de ejercitados están tus límites cuando te relacionas con otras personas:

  • ¿Sabes dónde están tus límites?
  • ¿y los del otro?
  • ¿Permites que entren y te pisoteen?
  • ¿o levantas muros tan altos que nadie se te puede acercar?
  • ¿Tienes claro hasta donde permites que se te aproximen física o emocionalmente?
  • ¿Te respetas a ti misma?
  • ¿respetas al otro?
  • ¿Te permites expresarte libremente?,
  • ¿Escuchas de verdad a la otra persona intentando entenderle o sólo te concentras en tu respuesta?
  • ¿Te sientes frustrado por no poder evitar que te manipulen?
  • ¿Cómo de bien se te da no caer en las provocaciones del otro mientras te centras en lo que realmente quieres?
  • ¿Cómo de persistente eres a la hora de defender tus intereses?
  • ¿Dónde vuelves a ser ese niño impotente ante la crítica, la culpa o el rechazo?
  • ¿A menudo te sientes frustrado por no conseguir lo que quieres?
  • ¿Sientes que se suelen aprovechar a menudo de ti y el resentimiento te visita de forma habitual?

 

Cómo te afecta y manejas un conflicto es un aviso de lo tienes pendiente de sanar

El conflicto siempre puede ser útil, tanto si llegamos a un acuerdo como si no, tanto si consigues lo que quieres como si no. Porque cuando en el conflicto el otro te mete el dedo en la llaga, te avisa:

  • de que tienes esa herida pendiente de curar.
  • la(s) creencia(s) limitante(s) que está(n) detrás. 

Y te ofrece la oportunidad de darte cuenta y hacer algo al respecto.

NOTA: Hago una aclaración bastante obvia pero necesaria, me estoy refiriendo a los conflictos en los que no está en peligro nuestra seguridad física, en cuyo caso puede ser más prudente huir de la situación siempre que sea posible.

El conflicto te saca de tu zona de confort. Te sacude para que te espabiles y te demuestres que eres tu mejor aliado. Te recuerdes que te vas a cuidar y proteger siempre. Que te amas incondicionalmente con tus errores y tus debilidades. Y que no permites que nadie los utilice contra ti.

 

El conflicto bien llevado puede reforzar la relación y mejorar la situación individual de cada uno

El conflicto no tiene por qué ser una batalla, en él no tiene porqué haber ganadores ni perdedores. Muchas veces podemos ganar todos, si logramos expresarnos desde el corazón, abandonando nuestras corazas, siendo honestos, sin culpa, sin juicio, superando nuestras sombras y manteniendo nuestra palabra en lo que nos comprometemos.

Y en aquellas situaciones en las que el acuerdo no es posible, o simplemente te estás protegiendo ante un intento de manipulación, también te ayuda en tu evolución. Porque, en cualquier caso, es otra oportunidad para ejercitar el músculo de tu poder personal.

Que un conflicto te haga daño o te haga más fuerte sólo depende de si lo encaras desde el miedo y el rechazo o  si por lo contrario, aprovechas esa fuerza opuesta como apoyo para tu evolución. 

En las relaciones, especialmente en las más cercanas, como en la pareja, la familia o la amistad, somos como esos árboles que crecen tan cerca que en su camino hacia arriba. Se empujan entre ellos, compitiendo por la luz, A veces sus troncos se entrelazan como si fueran uno solo. Más tarde se separan un poco para tomar aire. Luego vuelven a buscar al otro en el abrazo de sus ramas. Es esa resistencia amorosa que nos ofrecemos mutuamente la que muchas veces nos da la fuerza y el soporte para seguir creciendo juntos.

Y tú, ¿cómo te enfrentas a las conflictos?¿En qué áreas de tu vida te resulta más difícil?¿Con qué personas?

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Como siempre, tus dudas, reflexiones y experiencias nos enriquecen a todos. Así que si te sientes inspirado a hacerlo, ahora es el momento, en los comentarios tienes tu espacio.

Nos vemos en la siguiente entrega. ¡Hasta muy pronto!

¡Un gran abrazo!

Raquel

 

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