¡Hola de nuevo mis queridos amigos!¿Me echábais de menos? Yo a vosotros sí y mucho.
Primero de todo quiero pediros disculpas por haber desaparecido durante estos 3 largos meses sin dar señales de vida. Por otro lado quiero agradeceros vuestros calurosos emails preguntándome cómo estaba.
No, no he sido abducida por extraterrestres, sino más bien por un ser muy especial también recién llegado a este planeta. En los últimos meses gran parte de mi energía se fue centrando en mi vientre para darle vida a mi pequeña Noa.
Pero ya estoy de vuelta con ganas de seguir compartiendo y, aunque no pretendo aburriros con mis historias de embarazo y parto, me gustaría transmitiros mi aprendizaje hasta el momento a través de este maravilloso viaje de la maternidad tan nuevo y fascinante para mí:
Desmontar las creencias limitantes y soltar las resistencias te abren puertas a maravillosas experiencias
Tengo que confesar que no he tenido claro esto de ser madre hasta casi el mismo momento en el que me lancé a ello. Era algo que me daba una pereza tremenda, me parecía un sacrificio tan grande que nunca encontraba el momento adecuado. Siempre tenía planes y prioridades que no quería dejar de lado para dedicarme a cuidar a otro. Cada vez que me lo planteaba, mi mente buscaba mil razones para posponerlo. No soy de esas mujeres que lo han tenido claro desde niñas, aunque tampoco le di nunca un NO definitivo.
Me di cuenta de que esta idea de que “ser madre es un sacrificio” era realmente una creencia limitante. Mi pobre mente lo único que pretendía era protegerme de los cambios y aún más de éste que es tan grande. Hasta ahora cuando me planteaba ser madre sólo tenía en cuenta las dificultades y las renuncias. Mientras tanto saciaba mi instinto maternal achuchando a mi gato y jugando con mis sobrinas o con los hijos de mis amigos.
Las decisiones que tomas desde el corazón son las que te liberan mientras las que tomas desde el miedo te encierran en tu propia cárcel
Todos los motivos que me hacían huir de ser madre eran puramente egoístas y mentales, tenía miedo de perder mi libertad y mi tiempo. Mientras que los que me motivaban a serlo surgía del amor y la generosidad, como poner mi cuerpo a disposición de la vida para devolverle el favor, seguir creciendo, experimentar el amor incondicional para luego desapegarme y dejar que mi hija vuele y viva su propia vida…entre muchas cosas más que están por venir .
Recordé que las decisiones importantes que he tomado a lo largo de mi vida desde el corazón son las que me han salido bien, mientras que las que han surgido de la mente miedosa me han salido bastante caras.Si quería seguir siendo consecuente conmigo misma, adaptándome a los cambios y buscándolos, no podía dejar escapar esta gran experiencia.
Cuando hablo de las decisiones que se hacen desde el corazón no me refiero al amor pasional o el deseo fantasioso, ni al enchochamiento o la dependencia, sino a esas decisiones que no sabes bien por qué tomas, que no tienes razones lógicas pero sientes un fuerte impulso a tomarlas, un impulso que nace en el centro de tu pecho y resuena en todas tus células. Son esas decisiones que tomas mientras dejas de escuchar los contras y peligros que tu mente te grita, en su afán de protegerte. Cuando tus motivaciones principales son el amor y el crecimiento te alineas con el Universo y éste empieza a conspirar a tu favor.
La confianza en tu esencia te permite disfrutar plenamente de la experiencia

Photo credit: Joy of Henna / Foter / CC BY-NC-ND
Durante el embarazo me maravillé ante la sabiduría milenaria de mi cuerpo, siendo testigo principal de la puesta en marcha y funcionamiento de ese mecanismo mágico que protegía y cuidaba a esa preciada semilla que crecía en mi interior.
Desde la confianza y el respeto escuchaba a mi cuerpo y le hacía caso, me comunicaba con mi bebé, sentía su corazoncito diminuto y como iba creciendo, acomodándose y haciéndose espacio dentro de mí. Es tan alucinante experimentar esa conexión profunda con otro ser emocional y físicamente. Estás programada para amarle incondicionalmente para siempre y protegerle si es necesario con tu propia vida, sin duda alguna. Me quedé fascinada ante la capacidad para sobrellevar el dolor y las molestias de la que nos equipa la naturaleza a las mujeres. Me sorprendió lo rápido que nos recuperamos después de habernos roto y quedado vacías y doloridas, mientras sacamos fuerzas de ese vacío para cuidar de la criatura.
En el parto le agradecí a mi práctica de yoga la facilidad a la hora de dilatar, la tranquilidad durante todo el proceso, el control del dolor a través de la respiración, el poder relajarme durante la contracción, la confianza en mi cuerpo y la capacidad de aceptación cuando las cosas no eran como yo esperaba al poder tener una actitud más positiva.
Aceptar que las cosas no son como queremos nos permite cambiarlas
Practiqué el adaptarme a las dificultades, a las molestias, al hinchazón de piernas, al calor insoportable…Aprendí a aceptar que las cosas no son siempre como una quiere, cuando comprendí que no podría realizar mi deseo de tener un parto natural en el agua. Para ello tenía que ser un embarazo sin riesgo pero en el último momento se me disparó la tensión y mi parto ya no pudo ser como yo quería.
Aprendí a confiar en los demás, porque yo llevaba la lección muy bien aprendida, mi plan de parto de 5 páginas, y resultó que casi todo salió al revés surgiendo varias dificultades durante el parto. Aunque las pudimos superar todas sin problema, mi hija, el equipo médico y yo trabajando juntos.
Aprendí sobre el maravilloso proceso del embarazo, el parto y lo que viene después, sobre la maternidad y la paternidad conscientes, a crecer junto a mi pareja, adaptándonos cada uno a nuestro ritmo a los cambios, sufriéndolos y disfrutándolos, discutiendo, cometiendo errores y perdonándonoslos, en definitiva, construyendo nuestra pequeña familia imperfecta con mucho amor.
Todas estas cosas ya las tenía bastante aprendidas pero cuando las experimentas físicamente las comprendes de una manera más profunda. Aunque sé que continuaré integrandolas toda la vida, porque se irán presentando nuevas situaciones que me volverán a poner a prueba y se descubrirán nuevas capas de la cebolla de mi consciencia.
La felicidad no es una emoción intensa que te embarga, más bien es un estado constante de paz y amor sereno
También me sorprendió que a pesar de que soy bastante emotiva, me mantuve tranquila incluso en el momento en el que salió mi hija y la abracé por primera vez sobre mi pecho, llena de amor y agradecimiento cuando vi que estaba sana y era tan hermosa.
La experiencia de la maternidad ha tenido su lado bonito y su otro lado menos agradable, pero yo decido con qué me quedo, decido disfrutar de lo bueno como algo único e irrepetible (aunque volviera a ser madre), y de lo desagradable saco el aprendizaje.
He disfrutado cada día de embarazo, acariciando mi redonda barriga de la cual me despedí de camino al paritorio mientras le daba la bienvenida a mi hija. Desde el primer día he estado más presente que nunca, porque lo he vivido en mis propias carnes y ahora observando lo rápido que crece Noa, quiero disfrutarla todo lo que pueda mientras es un bebé. Y seguiré disfrutándola siempre, aprendiendo de ella y con ella, superando lo mejor que pueda las pruebas que me ponga mi pequeña maestra y amándola irremediablemente toda mi vida porque para eso estoy programada y este programa no me lo quiero cambiar por nada del mundo, porque cada vez tengo más claro que el AMOR con mayúsculas nos da la fuerza titánica para mover el mundo.
En el parto no solo nació mi hija, sino también volví a nacer yo, pero esta vez fue mi yo madre. Me faltaba este personaje por interpretar y le doy la bienvenida con cariño a mi repertorio de personajes favoritos.
Ahora te toca a tí, ¿Qué experiencia (agradable o desagradable) te ha aportado un aprendizaje importante para tu crecimiento personal?
Hola Raquel:
Muchas felicidades por tu gran tesoro: Noa.
Tengo 2 hijos y comparto tus palabras, es una experiencia maravillosa, y lo mejor…es el principio de muchas experiencias maravillosas.
Tengo muchos momentos que podría relatar, muchos más buenos que malos, pero grabado en mi memoria está el momento en que devolvieron a mis brazos a mi hijo después de 52 días ingresado en la uvi. Su tacto, su olor, el espacio de su cuerpo en mis brazos. La felicidad fue tan inmensa que desapareció todo el mundo a mi alrededor.
Gracias Maricarmen por tus hermosas palabras.